viernes, septiembre 10, 2010

En la terraza de mi casa mi madre instaló un pedazo de tronco del pino que estaba desfalleciendo en el jardín. El tronco prontamente se hizo tan pesado que se incrustó en el cemento, y clavó sus raíces desafiando la densidad del concreto. Es por esa razón que nadie pudo moverlo de su sitio, pero no porque supieran de la existencia de las raíces, pues su apariencia denotaba la madera muerta, sino porque se negaba a trasladarse de su espacio.

Te ví llegar por la reja aquella, y en todo mi rostro enjunto aproximé una bienvenida neutra. No queria que una vez más pretendieras encontrar las razones de mi ida. Aún así examinaste cada facción en busqueda de una pretensión de cariñó, más no cedí un milímetro. No habia como hacerte entender que ya los claroscuros de la habitación se habían vuelto diáfanos. Nunca comprendiste que el estado fantasmal de mi presencia era una evidencia clara de mi no-pertenencia a tu cuerpo, así mismo no alcanzaste a dimensionar que lo nuestro era totalmente pasajero. Porque tu conciencia se llenaba de destinos en conjunto. No lograste captar nada Eduardo, hasta cuando sigues tratando de convencerte, esto ya no seguirá el mismo rumbo gravitatorio que solías imponer. Ya no cederé a tus manos violenta... nunca en los misterios de tu ira lograste capturar mi esencia, ni siquiera a eso cedí. Te aproximas timido, te conozco tanto, estás escondiendo el fraude de tu personalidad encantadora. A mí no logras engañarme, atraes a miles de personas por tu necesidad de compañía, pero nadie se da cuenta de la farsa, de tu petulancia, de tu arrogancia, sólo yo puedo comprender esa estancia verdadera, eres la mentira hecha idioma. Te vislumbro tratando de ocultar tu falsedad, pero no hay cómo, tus facciones ceden ante mi saber. Eres la corporalidad de mi odio, todo mi rencor hecho persona y no hay forma de que te ampare.

-Será mejor que te lleves la conciencia
-No creo poder con tanta multitud
-Nunca entendiste nada... cierto?

Está bien, lo admito, desde el fondo temía de mí misma. No sé en que momento te volviste necesidad si en el fondo siempre fuiste pulcritud. Tomas la caja y tratas de negociar un saludo, un beso en la mejilla y yo sigo quieta esperando la recta final, no intentaré explicar mi ida, era suficiente simplemente. El miedo se hizo obstáculo a mi camino, pero tú Eduardo... transformaste todo mi cuerpo a tu gusto, amoldaste la conciencia para crearme a tu necesidad. Porque era necesario, sin el acomodamiento de la mente débil no podrías haber distemplado el horizonte a tu haber. Pero erraste en segundo, no lograste disipar el odio y te volviste monasterio.

(-Me cagaste la vida weon
-Dejame dormir...)

No lograste aplacar finalmente mi status de frialdad. Tomaste el papel y retrocediste frente a mi presencia. Cerraste la puerta de la reja, y no volviste la mirada atrás.

Este septiembre pintaremos con barniz el tronco del viejo pino derrumbado.

2 comentarios:

El Gaucho Santillán dijo...

Muy buen texto.

Muy buen relato.

Siempre, es mejor terminar una mala relaciòn, que continuarla.

bien escrito.

un abrazo.

Anónimo dijo...

:D